Por Fede Castillo
2 Ago 2022
Sentimiento
Pasión
Hinchada

Porque Suárez volvió y volvió por los hinchas. Entonces ya ganamos. Nosotros ya ganamos.

Estoy viendo todo rojo. Hay una neblina gris de invierno, pero yo veo rojo. Es lunes. Avanzo por Avenida Brasil rumbo a la carnicería a comprar unas milanesas de pollo mientras escucho y mando audios furiosos y miro mensajes que hablan sobre solo una cosa, sobre esto de lo que se está hablando hace una puta semana con una intensidad anormal a la que apenas se le puede bajar el volumen: Suárez a Nacional. Hashtag Suárez a Nacional.

De eso hablo y sobre eso escucho mientras camino disperso y apurado, alienado, como si no ocurriera otra cosa a mi alrededor. Como si los ómnibus que van perfectamente por su carril tuvieran que estar atentos a este imbécil que va cruzando sin mirar, hundido en su celular. Suena un bocinazo al lado. Casi me pisa un bondi. El motivo de mi dispersión y el motivo de mi rojo: Suárez no viene a Nacional. Eso dicen en las redes sociales con sirenas también rojas de URGENTE, de ÚLTIMO MOMENTO.

Se complicó, dicen. Aseguran, afirman, informan, sostienen, señalan los periodistas deportivos que se complicó. Que no viene. Lo dicen en condicional, por supuesto. Qué fácil es hacer periodismo en condicional. Suárez no vendría. Veo todo rojo. Sigo. Trato de olvidarme. Porque soy una persona grande y con responsabilidades y no puedo estar tan aturdido por algo que no depende de mí, aún cuando yo ya le haya asegurado y recontra asegurado a mi hijo que Suárez va a venir a jugar en Nacional, esto no depende de mí.

Tengo que despejarme. Además, casi me acaba de pisar un ómnibus. Pero no, imposible evadirse. Paso por una florería en una esquina que siempre tiene la televisión prendida. No es una tele cualquiera. Es una de los noventa. Es una tele de esas con culo y con antena. La imagen se ve borrosa, con lluvia. Es de otra época este televisor. Siempre paso por ahí pero nunca había reparado en eso. Pero hoy sí. Esta vez en la que estoy sumergido en las plataformas del siglo XXI, scrolleando sin parar para saber las novedades, si hay nuevas noticias en este minuto a minuto estresante y rojo, tiro una mirada salvavidas a ese aparato del siglo pasado a ver si me rescata un poco de esta ansiosa inmediatez que estoy viviendo. No. Tampoco. Porque es la hora de los informativos del mediodía.

Y lo que veo en esa imagen lluviosa, nada nítida, es al presidente de Nacional, José Fuentes, declarando rodeado de micrófonos. “Sigo siendo optimista”, dice el zócalo de la entrevista que miro de reojo. No me sirve tanto. Pero igual me abrazo al optimismo discursivo de Fuentes como a una puertita de madera flotando en el Océano Atlántico con la mina del Titanic encima.


Almuerzo las milanesas de pollo. No puedo laburar. Estoy trancado. En rojo. Ya estaba hecho, estaba volviendo, yo ya lo había asumido, pero de repente Suárez aceptaría o estaría evaluando la posibilidad de aceptar una propuesta irresistible del Seatlle Sounders de la Major League Soccer. ¿Lo qué? ¿Juegan al fútbol en Estados Unidos? Sí, parece que sí. Porque de repente y en cuestión de horas me aprendí todos sus equipos. No, no es el Seattle Sounders el que hizo la oferta, es el Portland Timbers. No, perdón. Sería el Orlando City o el Real Salt Lake o el Saturday Night Live.

Ya es la tarde del lunes. Voy a la radio. Tengo que laburar. Digo al aire que estoy viendo todo rojo, que no puede ser. ¿Suárez, en serio no vas a venir? Si yo ya sé que vas a venir, ¿por qué toda este limbo, esta incertidumbre innnecesaria? Salgo de la radio. Decido meterme al cine. Necesito oxigenar la cabeza. La película Elvis. Dos horas y cuarenta minutos del rey del rock. Me invade un irrefenable optimismo antes de entrar a la sala. "Creo que no viene. VUELVE", pongo en un grupo y apago el celular. If I can dream, cantaría Elvis en la pantalla un rato después. 

Es martes. No me da verguenza admitir que apenas dormí. Si dormí algo, dormí como el ojete Sigue la manija. Sigo trancado. Sigo en rojo. Los periodistas deportivos nos dicen que hay nuevos equipos de Estados Unidos dispuestos a arrebatarnos la movida épica y mundial del Suárez a Nacional. Los Ángeles Galaxy, Los Ángeles FC, Los Ángeles de Charlie. Bombazo. Inminente. Se terminó el sueño de los hinchas. Se terminaría el sueño. Hablemos en condicional, claro.

Pero yo tengo que laburar: hablemos en realidad. Son casi las tres de la tarde. Voy a la redacción. Converso con el editor sobre los temas de la semana, sobre el próximo número, y de pronto me interrumpe: "Pará, pará, mensaje de Suárez, lo colgó hace 19 segundos", dice mirando a su celular. No quiero ni ver. Lo escucho. Hiperventilo. "Era inevitable rechazar esta oportunidad de volver a jugar en Nacional". ¿Qué dijo? No importa: yo escuché jugar y Nacional en la misma oración. Gol. Fue un grito de gol. Catártico. Salgo a la calle. Yo ya sé que soy yo solo y es una sensación mía, pero todo parece como suspendido, en pausa. Como en esa escena de la película italiana Fue la mano de Dios, cuando en un día cualquiera los napolitanos ansiosos por creer que Diego venía y por confirmar lo imposible juran haber visto a un Maradona por las calles de su ciudad y se quedan inmóviles, petrificados, ante lo inverosímil.

No es la mano de Dios, es la mano de Suárez la puta madre que lo parió. Suárez vuelve. Y es inverosímil. No parece real. Es el último gesto romántico y hasta político en un mundo gobernado por los billetes y el confort. Vuelve Suárez a su casa en este rincón del mundo y en plena vigencia. Lo trajo la hinchada. Lo trajo el amor.


Es domingo. Y yo veo todo rojo, azul y blanco. Veo el avión en el cielo y lo veo aterrizando. Veo a Suárez y a su familia pisando suelo uruguayo. Veo la caravana. Veo la demencia hermosa que hay en la gente. Veo rojo azul y blanco. Veo a Suárez en el Gran Parque Central. Lo veo feliz y emocionado. Lo escucho decir que vino por nosotros y porque él quería venir. Lo escucho decir que vino a ganar todo. Y antes de que se me pase por la cabeza la pregunta gris y uruguaya de si esto, si toda esta parafernalia, no será mucho, si esta fiesta no será contraproducente, me respondo y me digo que no. Que no es demasiado. Que había que hacerla. Había que celebrarlo.

Los hitos populares se festejan. Porque en este mundo horrible y superficial, hay hechos y actos despojados que importan bastante más que una goleada o un campeonato. Porque Suárez volvió y volvió por los hinchas. Entonces ya ganamos. Nosotros ya ganamos.

Fede Castillo




SEGUINOS

Crear una cuenta



Ingrese a su cuenta