Por Cecilia Ocretich
23 Nov 2019
opinión
Sociedad
capitalismo

"Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar". Eduardo Galeano.

El fútbol como cultura de masas es un gran reflejo de la sociedad y no escapa a muchas de sus dinámicas. Por eso, dentro del contexto mundial actual, es un ejemplo acabado de las consecuencias del capitalismo global en el que estamos inmersos. 

Si el factor dinero pesaba sobre el mundo del fútbol ya desde comienzos del siglo XX -los jugadores de mercados y países emergentes ya emigraban a mercados más poderosos, pero en una ínfima cantidad si se compara con la actualidad-, actualmente acontece lo mismo que en tantas otras esferas sociales, en las que la lógica de mercado está cada vez más presente.

Así fue como muchos clubes, bajo la influencia del neoliberalismo, pasaron de ser asociaciones civiles a ser empresas privadas y/o a estar en manos de grandes grupos millonarios, jeques árabes o corporaciones multinacionales. Esta tendencia privatizadora sumada al lobby empresarial fueron a contramano del fortalecimiento del arraigo barrial y el sentido de pertenencia social que otrora tenían los clubes.

Un caso extremo se dio en Chile, donde la transformación de los clubes en empresas se legalizó en el año 2005, cuando el Congreso Nacional promulgó la ley n.º 20.019 para regular el funcionamiento de las Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales. El proyecto contó con el apoyo de distintas personalidades del mundo empresarial y de todo el sector de la clase política –una figura sobresaliente fue Sebastián Piñera–. La consecuencia directa fue la eliminación de los deportes amateurs -ya que no eran rentables-, de las acciones dirigidas al bien comunitario y de los derechos de la participación política de los socios. 

Este proceso de mercantilización y transnacionalización del fútbol hizo aparecer además a ese nuevo actor, el ya omnipresente “representante” o manager, que en muchos casos cuenta con mayor capital y poder que los propios clubes, lo que ha ocasionado que estos se vean atados de pies y manos a la hora de negociar la venta de sus recursos -jugadores que en muchas ocasiones ya tienen una "etiqueta con el precio" aún siendo menores de edad- y terminen aceptando condiciones desfavorables. En lo que podría ser otro paralelismo con los estados nacionales y su sometimiento frente a las grandes corporaciones mundiales.

Umberto Eco decía en su libro póstumo, “De la estupidez a la locura”, que en el mundo actual las principales avenidas de las grandes ciudades del mundo se parecen demasiado, tienen las mismas tiendas y uno sólo consigue diferenciar a una de otra por algún monumento (Obelisco, Arco del Triunfo, etc). Esa pérdida de identidad posmoderna también se ha dado en el fútbol con sus estadios “modelo FIFA”, todos iguales y en muchos casos sponsoreados por las mismas corporaciones. Como si un estadio fuera un edificio más y no un símbolo del sentido de pertenencia y la identificación con un lugar de recuerdos intangibles y anécdotas compartidas.

Si la distribución de la riqueza en el mundo es absurda, en el fútbol también lo es. Y así es como entre un puñado de clubes europeos acumulan a los mejores jugadores del mundo. Muchos de esos clubes -como el París Saint Germain, el Chelsea, el Manchester City, el Manchester United-  son desde hace ya años comandados por grupos empresarios ajenos a la cultura del fútbol. 

Cuando en 2005, el multimillonario norteamericano Malcolm Glazer realizó una oferta para comprar al histórico Manchester United, apareció en las tribunas del mítico Old Trafford una bandera que rezaba “El amor al dinero es la raíz de todos los males”.

La oferta finalmente se concretó y un grupo de hinchas autodenominados “Red Rebels” decidieron crear un nuevo equipo que representase fielmente la idea de club de fútbol que ellos defendían. Hoy en día es el mayor club del Reino Unido que funciona como una cooperativa y juega en la National League North, la sexta división del fútbol inglés. Aunque no tiene la repercusión mediática del Manchester United, nos muestra que otro fútbol -otro mundo- es posible.

Cecilia Ocretich
decano.com




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