Por as.com
25 Set 2013
Espárrago

Compartimos con ustedes una excelente nota de la revista española "As"

El caballero de los banquillos dijo “no” al  Valencia por cuidar de su madre.

Empezaremos con una historia inédita y que sin duda les va a sorprender. El 1-12-2012 Mauricio Pellegrino fue destituido como entrenador del Valencia. El equipo estaba a la deriva. El entonces presidente, Manuel Llorente, con su director deportivo Braulio Vázquez decidieron contactar con Víctor Espárrago, que se encontraba (y sigue aún) en Montevideo (Uruguay). Espárrago atendió la propuesta honrado y halagado.

Un cuarto de siglo antes había realizado grandes temporadas al frente de este equipo, al que devolvió su grandeza tras haber salido de un dramático descenso a Segunda División en 1986.

Hubiera dado el sí. Pero había un doloroso impedimento. Su madre, de 98 años de edad, se encuentra gravemente enferma. Por ese motivo solicitó una moratoria, pero propuso que fuera para allá su eterno ayudante y hombre de absoluta confianza, Luis Soler. El Valencia tenía prisa. O él o nadie.

Espárrago entonces se vio obligado a declinar la propuesta y el Valencia contrató al Txingurri Valverde. Desgraciadamente, la madre de Espárrago falleció.

¿Por qué el Valencia, tercer equipo español con más títulos continentales en sus vitrinas, piensa en él para enderezar un barco que les hacía aguas? No es fácil plasmar en tan poco espacio la biografía de uno de los futbolistas uruguayos más grandes de todos los tiempos y uno de los más emblemáticos preparadores que han trabajado en España.

Nacido para el fútbol Víctor Rodolfo Espárrago Videla (Montevideo, Uruguay, 6 de octubre de 1944) fue un futbolista polivalente, con ese estilo tan charrúa que combina la buena técnica y el carácter competitivo.

Era un centrocampista organizador, enganche y eso que ahora se llama ‘mediocentro’, además de un estupendo delantero con caída en ambas bandas.

Comenzó jugando en las divisiones formativas de Danubio. Pasó a fines de 1960 a Cerro donde, dirigido por Ondino Viera, debutó en Primera en 1961 con apenas 17 años. En 1966 fichó por Nacional. Obtuvo ese año el campeonato uruguayo dirigido por un mito: Roberto Scarone. Integró el equipo histórico de Nacional que obtuvo el tetracampeonato en 1969, 1970, 1971 y 1972, la Copa Libertadores de 1971, la Copa Intercontinental del mismo año y la Copa Interamericana de 1972. Una época dorada. Pocos futbolistas pueden decir que han jugado nada menos que tres Mundiales: 1966, 1970 y 1974. Y en el segundo es todavía recordado el histórico gol de cabeza que le marcó a la Unión Soviética tras un robo de balón en la línea de fondo de Luis Cubilla al defensa soviético Valentin Afonin, y después le dio un centelleante pase de la muerte. Aquella formidable selección de Mazurkiewicz, Montero Castillo (los dos ficharon por el Granada), Luis Cubilla, Ildo Maneiro (entrenó con poco éxito al Zaragoza), fue derrotada por Brasil (3-1) en un partido del que Espárrago, que entró en el minuto 77 por el mencionado Maneiro, tiene un pésimo recuerdo, porque a última hora obligaron a la expedición charrúa a viajar en autobús hasta Jalisco, donde los brasileños estaban cómodos y descansados.

Un cambio de sede que beneficiaba, evidentemente, a la ‘canarinha’. Desde luego, éste ha sido uno de sus mayores disgustos en su trayectoria deportiva, como él mismo ha reconocido en más de una ocasión. Uruguay acabó en cuarto lugar.

Su puente a España

En 1973 fichó por el Sevilla, que entonces se arrastraba por la Segunda División. Aquel año se autorizó que hubiera dos futbolistas extranjeros por plantilla, 20 años después de su prohibición, y Espárrago fue uno de los pioneros (junto con Cruyff, Sotil, Ayala, Heredia, Netzer y Óscar Más entre otros).

Era un Sevilla traumatizado. Pedro Berruezo había muerto de un infarto en el estadio de Pasarón (Pontevedra) y el equipo no sólo no arrancaba, sino que corría serio riesgo de descender a Tercera División (entonces no existía la Segunda B). Formando a la izquierda con el recordado gambiano Biri-Biri, y con Roque Olsen en el banquillo, el equipo ascendió a Primera. Se dieron dos paradojas.

Espárrago contaba para la selección uruguaya que jugaba el Mundial de Alemania (1974), pero Olsen no le daba mucha bola, por lo que se marchó al Recreativo, donde también consiguió un histórico ascenso (1977-78), con Eusebio Ríos en el banquillo.

Volvió a Nacional, donde tiene uno de sus mejores recuerdo: haber ganado al poderoso Nottinghan Forest de Brian Clough, Trevor Francis, Viv Anderson, Tony Woodcook, Mc Govern y compañía la Copa Intercontinental de 1981).

Impulsor de la zona

Tras su retirada de los terrenos de juego, comenzó una interesante carrera como entrenador. Se inició en su querido Nacional y vino a España para entrenar a un Recreativo que hizo dos temporadas estupendas y estuvo a un palmo de ascender a Primera División.

Era un formidable equipo y los onubenses aún recuerdan a los también uruguayos Luzardo y Alzugaray, el portero Castell, Merayo o Cumbreño. Emilio de La Riva, exjugador y gerente del club y actual agente de jugadores, coincidió con él y rememora: “Fue un entrenador innovador. En aquellos años estaba de moda el marcaje al hombre y él impuso el juego en zona que después han utilizado otros entrenadores como Sacchi, Maturana o Capello. También implantó la costumbre de entrenar por las mañanas los días de partido. Era serio, honesto y recto. Un profesional íntegro”.

Este rasgo humano que traza De la Riva es una seña de identidad de Espárrago. Estamos acostumbrados a dibujar heroicas biografías sobre entrenadores polémicos y provocadores. Helenio Herrera, Brian Clough, Javier Clemente, Louis Van Gaal o José Mourinho tuvieron ramalazos de genialidad y éxitos deportivos matrimoniados con exabruptos y excesos verbales que conllevaron amores, odios y salidas tormentosas. Nada de esto le pasó a Espárrago, que siempre fue muy querido y respetado en todos los sitios donde trabajó.

Espárrago era partidario de que sus equipos jugasen un fútbol bello, vibrante y atractivo. Y esta apuesta fue la que le llevó al Cádiz en el ejercicio 1987-88.

Hugo Vaca, secretario técnico en aquellos años, fue su valedor. Y ahí forjaron una sincera amistad que con el tiempo se ha robustecido. Los amarillos lograron su mejor clasificación de siempre, el decimosegundo lugar, y Espárrago fue el único entrenador que de verdad supo llevar al genial y díscolo Mágico González. “Con disciplina y tratándole como a una persona”, incide Vaca, quien destaca sobre su personalidad: “Es serio, muy serio. Puede parecer antipático, pero no lo es. Al contrario, es muy asequible. Mantiene la distancia con el jugador, pero le respeta. Por eso todo el mundo le aprecia. Recuerdo cuando fichó a José Luis Zalazar, que vino del Pumas de México. Fichaje estrella.

Le tuvo un mes sin jugar, pese a que fue quien le avaló personalmente para que viniera, hasta que no vio que estaba en forma. Por eso se ganó el respeto de sus jugadores”.

La cúspide

Arturo Tuzón fue presidente del Valencia. Un grandísimo dirigente cuyo mandato se prolongó desde 1986 hasta 1993. Sacó al equipos de Segunda División y le saneó cuando peor estaba económicamente. Tuzón fichó a Espárrago y el uruguayo le devolvió su grandeza deportiva. Fue subcampeón de Liga. Su Sevilla también hacía buen juego y tenía buenos jugadores. En Albacete se ganó el cariño de la afición que le cantaba, con la conocida melodía de Raphael: “Espárrago, es un Espárrago”. Valladolid, Zaragoza y de nuevo Sevilla. Año 1996. Doloroso punto de inflexión.

Siete años sin entrenar

En la temporada 1996-1997 llega a la presidencia del Sevilla José María González de Caldas. Era un conocido abogado amante del buen vivir y de ir acompañado de mujeres despampanantes. Su conquista del momento era nada menos que Sofía Mazagatos, lo que le hacía estar más tiempo en la prensa del corazón que con la deportiva dando explicaciones.

Espárrago tenía contrato y estaba formateando su proyecto. Pero de manera sorprendente, De Caldas anunció el fichaje de José Antonio Camacho con una ficha anual de 100 millones de pesetas (600.000 euros). ¡Una salvajada! Aquello disgustó mucho a Espárrago, pero de manera caballerosa y sin hacer ruido aceptó romper de mutuo acuerdo aquel contrato, dejando vía libre al técnico de Cieza. Aquel Sevilla que se gastó un dineral en Colusso, Almeyda, Bebeto, etc., fracasó estrepitosamente. Descendió a Segunda División 25 años después de su anterior batacazo. De Caldas acabaría dimitiendo en medio del clamor popular contra su gestión, muy discutida. Nada de eso habría pasado de haber dejado trabajar a don Víctor.

No sabemos si aquello fue el detonante o fue uno de ellos, pero el caso es que Espárrago, un caballero de los banquillos, un gentleman, adalid de la honradez y los valores decidió abandonar los banquillos. Estuvo nada menos que siete años sin entrenar, pese a que no le faltaban ofertas de todas partes del mundo.

“Tenemos una oferta”

Un día llegó Emilio de la Riva, excompañero, amigo y también su representante le dijo: “Tenemos una oferta del Cádiz”. Espárrago ni se lo pensó: “Al Cádiz no le puedo decir que no”. Siete años sin entrenar parecían muchos años.

En ese tiempo sin trabajo no dejó de ver fútbol. Seguramente porque siempre ha contado con la complicidad de su mujer, René, –Espárrago no tiene hijos–. Cada vez que le apeteció subirse al coche para ir a ver un partido, siempre encontró una sonrisa a su lado. Aprovechaban esos viajes para adentrarse en los pequeños pueblos de España, ahondar en sus costumbres, en su gastronomía y en sus gentes. Claro que al técnico nunca le dio pereza subirse al coche. De hecho, cuenta la anécdota, en un delicioso artículo publicado en ‘El País’ de Uruguay, que al veterinario de su perrita, al que conoció en su etapa como técnico del Valencia, nunca ha dejado de acudir desde su casa de Sevilla: 1.200 kilómetros de coche entre pecho y espalda para la revisión canina.

El eterno Submarino Amarillo se encontraba en Segunda División y el entonces presidente Antonio Muñoz recibió muchas crí-ticas por fichar a un técnico que llevaba siete años alejado de los banquillos. Pero mientras unsignificativo sector de la prensa se rasgaba las vestiduras, la afición le recibió de maravilla. Aquel Cádiz de Armando, Raúl López, Manolo Pérez, Pavoni, Ramón de Quintana, Fleurquin, Alejandro Varela, Juanjo Bezares, Jonathan Sesma, Abraham Paz, Oli y compañía ascendió a Primera División 13 años después y nada menos que en Chapín, el campo del eterno rival, el Xerez.

El año de Primera se afrontó con ilusión, pero Espárrago se encontró con la rácana política de fichajes determinada por Antonio Muñoz. Cacique Medina, Limia, Estoyanoff… La afición entendió que el tránsito por Primera sería fugaz y se lo tomó como una fiesta. Espárrago aún se emociona cuando recuerda el masivo desplazamiento de gaditanos hasta el Bernabéu. 7.000. Sigue siendo el equipo que más gente ha llevado al mítico coliseo madridista en partido de Liga y que vibraron con el gol de Cacique Medina que puso un soñado, pero efímero, 0-1. Nueve minutos para soñar, volteados por la puntería de Roberto Carlos, el pie derecho de Bechkam y Robinho.

El equipo luchó hasta el final. En Villarreal, Rafa Guerrero anuló un gol legal al Cacique Medina en el último minuto del partido. Cuentan que fue porque escuchó decir a Pellegrini: “Lo ha marcado con la mano”.

La televisión demostró que el gol era legal. Tras consumarse el descenso a Segunda, después de una goleada al también descendido Málaga, la afición, que no paró de llenar el estadio Ramón de Carranza en toda la campaña, obligó a sus jugadores a salir al campo para recibir una atronadora ovación. Muñoz no renovó a Espárrago y apostó por Oli. Punto de inflexión en la decadencia del Cádiz.

Espárrago, como siempre, se lo tomó con calma. Tuvo muchas ofertas. Pero ninguna le llenaba. Sólo era capaz de no decir que no a tres equipos, Cádiz, Recreativo y Sevilla. Las circunstancias personales no eran tampoco las mejores, su hermano Alberto se había matado en un trágico accidente de tráfico. Alberto jugó con él en el Recre y era conocido cono ‘Espárrago II’.

Mientras don Víctor se cuestionaba si merecía la pena seguir entrenando, el Cádiz se desangraba. La política de Antonio Muñoz, su presidente, había dado un vuelco hacia el despropósito. El equipo se encontraba en Segunda División en los albores de una guerra civil que hoy, cuatro temporadas después, empieza a amainar.

El cadismo pidió la vuelta de Espárrago y Muñoz, que no creía en él, le llamó para callar a las fuerzas críticas. Pero era tarde. El club era un cadáver. Cuatro temporadas después, sigue arrastrándose por la Segunda B.

Y, mientras, los buenos amantes del fútbol esperan que un día este veterano y eterno innovador vuelva a los banquillos. Si se lo piden Sevilla, Recre, Cádiz y su querido Nacional no les dirá que no. ¡Seguro!


Carlos Cariño
as.com





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