Por Ernesto Flores
27 May 2017
Violencia

En 1994, Diego Posadas fue degollado; aquí fue donde todo comenzó.

Al ingreso del mítico Cavern Club de Liverpool se puede leer un cartel con el texto “Here is where it all begins” (Aquí es donde todo comenzó), en referencia a las primeras actuaciones de The Beatles, acontecidas en ese lugar. El motivo de la frase es -obviamente- el de destacar al Cavern y adjudicarle la responsabilidad de acoger e impulsar al fenómeno musical más importante del siglo pasado. Se trata de una criatura de la que todos desearían ostentar la paternidad. Se podría decir que esta reflexión se maneja por el opuesto.

El pasado martes asistimos al despliegue por parte de algunos hinchas, de una bandera de Peñarol en la tribuna Abdón Porte en un partido que era transmitido en vivo para toda América. Se me ocurre que la oportunidad de esta enorme difusión fue el motivo que llevó a alguien o a algunos realizar este acto. También quiero creer que no se detuvieron a medir las consecuencias que esto podría acarrear al club, nuestro estadio o nuestros dirigentes.

Hoy nuestra institución y sus valores están en boca de cualquier culorroto. Si bien no existe excusa ni justificación para este hecho, y mucho menos para el repulsivo episodio de Santa Lucía, principio quieren las cosas. El 12 de junio de 1994, Diego Posadas fue degollado por un hincha de Peñarol; aquí fue donde todo comenzó. Siguió con años de cánticos celebrando la muerte de este joven de 16 años -acción no registrada ni referida por el periodismo- , continuó con la exhibición -aplaudida y promovida por la prensa- de un inflable burlándose de la institución más grande del país, hasta llegar a la cobarde muerte de Pablo Montiel en Villa García el 18 de marzo de 2016. Esto por citar los episodios más dramáticos y que rozan solo a hinchas del Club Nacional de Football.

Para muchos, la llegada de la violencia al fútbol vino de la mano de hinchas tricolores en setiembre de 2016, en un inexcusable acto, pero que tiene una explicación, un inicio; el que citamos anteriormente. En Uruguay, la muerte en el fútbol como práctica -no así la violencia, que está ligada desde siempre a este deporte dentro y fuera de la cancha- tiene un padre, un impulsor, así como lo tuvieron los Fab Fours en aquel oscuro Cavern Club del número 10 de Mathew Street, en Liverpool, Inglaterra.

Ernesto Flores




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