Por marca.com
21 Abr 2017
bayern
nazis

El equipo que desquició a los nazis.

Kurt Landauer, el presidente que dio al club su primer título de Liga (1932), pasó por el infierno del campo de concentración de Dachau. Cayó en la Noche de los Cristales Rotos

"Su vida es una de las historias más fascinantes en las memorias del Bayern". La frase pertenece al actual capitán del equipo bávaro, Philipp Lahm, en una entrevista en Bild y se refiere a Kurt Landauer (1884-1961). En el Allianz Arena, una enorme pancarta con su rostro luce orgullosa en el fondo de los seguidores más ruidosos del equipo que el martes visita el Bernabéu.

Nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos en Planneg, a 14 kilómetros de la emblemática Marienplatz, Landauer defendió la camiseta del Bayern en 1901 y fue presidente cuatro veces del club. Bajo su mandato llegó el primer título nacional de los bávaros, la Liga de 1932. Fue el último campeón antes de que en enero de 1933 Hindenburg nombrara Canciller a Adolf Hitler.

Landauer dejó el fútbol pronto para cruzar la frontera con Suiza para ampliar sus horizontes. Primero en Lausana y luego en Italia (Florencia) se formó como banquero. En 1913 regresó a Múnich y fue elegido presidente del Bayern, cargó que abandonó a causa de la I Guerra Mundial y que recuperó entre 1919 y 1933, con una breve pausa (1922).

En el corazón del nazismo

Si Berlín se iba convertir en la capital del Reich, la de Baviera fue el vientre que engendró el poder de Adolf Hitler en Alemania. La sangre judía de Landauer, como la del entrenador (Richard Kohn), hizo que el Bayern fuera declarado "un club judío" (Judenclub).

En ese contexto, el 22 de abril de 1933 fue obligado a renunciar a su cargo como presidente del Bayern, también a abandonar su trabajo en la imprenta Knorr&Hirth. Encontró ocupación en una lavandería de propiedad judía. Pero habría más.

El 10 de noviembre de 1938, el día después de la Noche de los Cristales Rotos (los ataques de las tropas de la asalto de las SS a ciudadanos e intereses judíos como respuesta al asesinato en París de Ernst von Rath a manos de un judío polaco), Landauer fue detenido y enviado al campo de concentración de Dachau. En los registros del KZ ubicado a 31 kilómetros de Múnich aparece su nombre como el detenido 20.029. Estuvo encerrado hasta el 12 de diciembre, día de su liberación.

Durante el nazismo, como cualquier institución alemana el Bayern cedió terreno a la presión nazi. Pero no se rindió. Cuando Landauer tuvo que dejar la presidencia, se eligió como sucesor a Siegfried Hermman. Se trataba de un ario, cierto, pero un gran amigo de Landauer y el alto cargo policial que años antes ejecutó la orden del gobierno de Baviera que prohibía a Hitler a hablar en público. Hasta 1943, el Bayern fue un dolor de cabeza para las autoridades nazis. En ese año lograron al fin silenciar al único club de fútbol que no se había plegado sin condiciones a la esvástica.

En Múnich, el TSV1860 era la otra cara. Al frente del club estuvo entre 1936 y 1945 Emil Ketterer. Olímpico en Estocolmo 1912 en los 100 metros lisos, entró en el Partido Nacionasocialista en 1925 con el carnet número 697 y fue responsable de los servicios médicos de las SA hasta 1937. Formó parte del equipo de trabajo que aprobó la eutanasia, uno de los primeros pasos de la fábricas de la muerte.

Pero el silencio al que el nazismo sometió al Bayern en 1943 no fue total.

El exilio suizo y la visita de su equipo

Landauer, horrorizado, emigró a Suiza tras ser liberado de Dachau. Dejaba atrás tres hermanos muertos a manos de los nazis y una hermana desparecida de la que nunca más tuvo noticias. Otra, Henny, logró escapar a Palestina. Durante su exilio suizo se vivió una escena legendaria en la historia del club de la Säbener Strasse. En 1943, en plena ofensiva alemana en el frente oriental, el Bayern jugó un amistoso en Zúrich. La expedición del club fue acompañada por miembros de la Gestapo que se encargaron de advertir, a través de una "clase de educación especial", que quedaba terminantemente prohibido contactar con emigrados alemanes y judíos.

El botones del hotel en el que se instaló el Bayern entregó una nota a Konrad Keitkam, el entrenador del equipo entre 1943 y 1945. Camino de su habitación y al lado de su esposa, Magdalena, la estaba leyendo emocionado cuando uno de los agentes la temida policía secreta nazi le tocó el hombro: "Sabemos de quien es, le hemos estado vigilando".

La carta era de Landauer. Sin embargo, poco antes de empezar el partido, el técnico y los jugadores del Bayern se dirigieron a la zona de la grada en la que habían localizado a su expresidente para saludarlo de lejos ante la frustración de los hombres de la Gestapo.

En junio de 1947, la prensa alemana anunciaba el regreso de Landauer a Múnich. Él mismo había escrito una carta a los aliados ofreciendo el apoyo del Bayern a los esfuerzos de normalización. Y una semana después de la rendición nazi, desde el club se envió una misiva al nuevo alcalde de Múnich. Era Karl Schanagl, también detenido en Dachau acusado de participar en el intento de asesinato de Hitler el 20 de julio de 1944. "Catalogado como club judío, hemos sido perseguidos de todas las formas posibles por el nacionalsocialismo", explicaba ese escrito del Bayern.

Landauer retomó su cargo como presidente al poco de regresar y lo mantuvo hasta 1951. Justo una década después moría a la edad de 77 años. Forma parte de la trinidad de presidentes de honor del club junto a Franz Beckenbauer y Wilhem Neudecker.

Lo que fue el Bayern de Landauer no se puede entender sin la figura de otro judío, Richard Kohn (1888-1963), el entrenador campeón en 1932, un técnico que forma parte de la historia de un Barcelona al que dirigió en dos etapas. Vienés de nacimiento, su talento con el balón hizo que se le bautizará como Little Dombi (Pequeña Eminencia).

Con ese apellido, Dombi, fue recibido en dos ocasiones en Barcelona. Su carrera como futbolista la truncó la I Guerra Mundial y la de entrenador estaría marcada por el ascenso nazi al poder. El clima irrespirable para los judíos en Múnich hizo que el técnico del único título de Liga del Bayern desde su fundación (1900) hasta 1969 decidiera escapar de Alemania.

El primer héroe fue un activo antinazi

El 12 de junio de 1932 el Bayern ganó el primero de los 26 -casi ya 27- títulos de Liga que posee. En un formato de eliminatorias, la final colocó cara a cara al Bayern y al Eintracht en la ciudad que iba a ser escenario preferido del nazismo: Nuremberg. Los bávaros ganaron por 2-0 y sus dos goleadores sufrieron la tragedia que se estaba gestando en su país.

El segundo gol lo firmó Franz Krumm, que murió en combate cerca de la ciudad rusa de Oryol en marzo de 1943. El marcador lo abrió un chaval que tenía 19 años, Oskar Rohr. Enfrentado desde el inicio a las ideas del nacionalsocialismo, primero emigró a jugar a Suiza y cuando las tropas alemanas ocuparon Francia era una de las estrellas del Estrasburgo. No dudó en abandonar esa ciudad para marcharse a la parte francesa que no quedó bajo mando alemán, a Sète, al sur.

Declarado persona non grata por el Tercer Reich y alistado a la Legión Extranjera, fue detenido en noviembre de 1942 en Marsella tras ser denunciado por un familiar. Acusado de propaganda comunista fue encerrado en el campo de concentración de Karlsruhe-Kieslau. De allí fue enviado al frente oriental, donde fue reconocido por un piloto alemán que le ayudó a escapar. Un sobrino suyo, Gernot, entrenó a Zidane en el Girondins.





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