Por decano.com
28 Oct 2015
coco

Llegó a Nacional para cumplir su sueño. Se manifiesta hincha tricolor y disfruta cada momento al defender el arco del Bolso.

Esteban Conde nació el 4 de marzo de 1983 y desde muy chiquito vistió la camiseta del tricolor. Pero Nacional de Young, su ciudad natal. “Comencé jugando al fútbol en Rampla de esa ciudad que es el equipo del barrio donde me crié y compartía equipo con mis amigos. Después, por tradición familiar, porque todos somos hinchas de Nacional, pasé a jugar a Nacional de Young. En ese momento, mi abuelo, que era el más rabioso hincha de Nacional, ya había fallecido. Pero para darle el gusto, más allá de que no fue en vida, fui a jugar a Nacional”, dijo quien hoy se pone los guantes para cuidar la valla del Club Nacional de Football.

            Hijo de padres divorciados, pero de muy buena relación, Esteban se crió entre el amor a Nacional y el folclore, ya que su padre tiene un programa de radio en Young llamado La rueda del mate. “En un tiempo también se dedicó a organizar festivales de domas y folklore”. Su madre trabaja en la tesorería del Municipio de la ciudad y, a pesar de que sus padres se separaron cuando él era muy chico, las casas de ambos se distanciaban solamente en media cuadra, lo que le permitió poder disfrutar de los dos por igual.

¿Vas seguido a Young?

Últimamente fui seguido porque me estaba mudando para acá y tenía algunas cosas en Paysandú, que es la ciudad natal de mi esposa. Tuvimos dos fines de semana libres y fuimos a buscar esas cosas que nos faltaban y aproveché para pasar por Young.

¿Siempre fuiste arquero?

Siempre tuve el gusto por el arco. Jugué en varios puestos cuando estaba en el baby fútbol. Siento que todos los niños deberían hacer lo mismo: ir experimentando en cada puesto y, luego, de grandes, elegir cual. Pero en mi espíritu siempre estuvo el arco. Incluso cuando armábamos partidos en el campito del barrio, yo siempre iba al arco.

¿Cómo se dio la llegada a Rentistas?

En el 2000, tuve unas pruebas en las formativas de Danubio. Estuve cerca de tres meses entrenando ahí. Terminó el año y la idea era que volviera a seguir entrenando, pero consideré que los meses que había entrenado ya eran suficientes para que se dieran cuenta de si servía o no. Justo en ese momento, surgió la posibilidad de venir a probarme en las formativas de Nacional. Ahí no me fue para nada bien. Me vino pánico escénico. Compartía cancha con los jugadores que yo miraba en la tele y que eran mis ídolos, como por ejemplo Ruben Sosa. Y eso me paralizó. Después de la prueba en Nacional, junto con mi familia, habíamos decidido que iba a volver a estudiar y de la nada surgió la posibilidad de llegar a Rentistas. En ese momento, escuché a mi corazón y como siempre tuve la meta de llegar a jugar al fútbol profesionalmente, volví a Montevideo para jugar en Rentistas. Estuve seis meses entrenando porque por diferentes situaciones, sobre todo económicas, el club no me podía fichar. Pero, a fines de 2001, cuando ya estaba pensando el volver a Young, me ficharon.

¿Cómo fue el hecho de dejar tu ciudad para venir a jugar al fútbol a la capital a un cuadro chico?

La realidad es que, junto con mi familia, nos jugamos por esto. Económicamente no fue sencillo. Pero el apoyo de mi familia fue incondicional y muy necesario para que yo pudiera seguir.

¿Dónde viviste cuando llegaste a Montevideo?

Viví en la sede de Rentistas. Viví mucho tiempo ahí. En ese entonces, la sede no estaba tan bien como está ahora, pero, por lo menos, tenía un lugar donde dormir y comer. Vivía con cinco compañeros que eran del interior también.

Y en Rentistas se te da el debut en Primera.

Sí, debuté en el 2002. Me ficharon en Tercera en el 2001, jugué seis partidos en ese año y Rentistas descendió. Al año siguiente, arrancamos en la B y me ascendieron al plantel principal. Arranqué como suplente. Estuve seis partidos en el banco y, luego, el técnico apostó por mí y empecé a jugar con 19 años. En el 2003 ascendimos a Primera y en el 2004, ya jugaba en la máxima categoría del fútbol uruguayo.

Luego se te da la revancha en Danubio.

Sí, llegué a Danubio en el 2005. Arturo Del Campo, que en ese momento era el presidente, me dijo que era irónico cómo se había dado la situación de que yo había estado entrenando en Danubio y ellos me tuvieron que comprar. De hecho, hoy me toca estar en Nacional, luego de haber tenido una prueba cuando era chico.

Se te dio ser campeón uruguayo con Danubio, ¿cómo fue ese título?

Fue muy lindo y muy disfrutable. Si bien yo vivía las cosas de otra manera porque era joven y se me había dado todo muy rápido, era un equipo que se disfrutaba ver desde adentro y desde afuera de la cancha porque jugábamos muy bien. Ahí compartí plantel con Nacho González. El juego que desplegaba ese Danubio era muy bueno y se pudo cristalizar con el título uruguayo que, para un equipo como Danubio, no es tan sencillo conseguirlo. Lo que cuesta siempre vale y se disfruta mucho más.

            Luego de levantar la Copa Uruguaya 2006-2007 con el equipo de la franja, Esteban dio el salto de calidad y tuvo su primera experiencia en el exterior. Del otro lado de la cordillera lo esperaba la Universidad de Chile que, de la mano de Gerardo Pelusso (también lo había llevado a Danubio), contrató sus servicios en el año 2010.

            Pero no todas fueron buenas. Conde llegó para ser titular y le tocó estar más en el banco que dentro de la cancha. Lo que pasó fue que a Miguel Pintos no lo vendieron y como capitán del equipo se quedó con la titularidad. Luego, cuando le quedó el arco libre, llegó Jorge Sampaoli a la dirección técnica y contrataron a Jhonny Herrera. Otra vez Esteban para el banco. “A mí me costó mucho entender eso porque él llegó muy sobre la fecha del inicio del torneo y yo ya me había mentalizado que iba a ser el titular. Pero la vida me puso una prueba que me ayudó a crecer muchísimo. Hasta este momento, en mi carrera se había dado todo muy rápido y no había valorado lo que había vivido. Luego empecé a ver las cosas de otra manera. No sólo en el fútbol, también en la vida. Pero a pesar de no jugar, ésta fue la etapa de mayor crecimiento en mi carrera porque aproveché cada momento para entrenarme al máximo”, dijo quien con los años pudo sacar provecho de esa situación.

De todas maneras, la U de Chile te dio un título internacional: la Copa Sudamericana. ¿Qué significa para vos ese título?

Significó muchísimo. Lo pude disfrutar desde el lugar que me tocaba estar, en el banco de suplentes. Me costó, pero pude entender que uno puede aportar desde otro lugar, no solamente estando dentro de la cancha. No me tocó jugar, pero logré, sin querer, ser ejemplo para mis compañeros. Yo era uno de los que más se entrenaba: iba al gimnasio, hacia cinta, entrenaba con el entrenador de arqueros, etc. Y todo eso se vio y mis compañeros lo valoraron mucho.

Luego de esa experiencia en Chile, llegaste a Atlético Rafaela de Argentina. Es un equipo chico de una ciudad chica, pero que igualmente se ha metido en la pelea del fútbol argentino. ¿Cómo se explica eso?

Realmente es milagroso lo que ha logrado Atlético Rafaela como institución. La mayoría de los equipos de Primera son de Buenos Aires o de capitales del interior. Rafaela es del interior de la provincia de Santa Fe con menos de 100 mil habitantes. Pero lograron los objetivos manteniendo un orden y las ideas claras. Llegué a Rafaela en las mismas condiciones que lo hice a Chile: había un arquero titular que estaba a punto de ser vendido. Por eso fue otra apuesta más. En ese momento, lo que buscaba era jugar, pero también llegué atraído por el juego que tiene el fútbol argentino. Por suerte, lo vendieron a Guillermo Sara, que es el arquero que está en Boca ahora, y empecé a jugar. La apuesta me salió bien. Terminó el año (2012) con Jorge Burruchaga como entrenador y a él le había gustado lo que había visto de mí en los entrenamientos y en los partidos, y me pidió que renovara el vínculo con el club. Y me quedé en Rafaela hasta que me vine para acá. La etapa en Rafaela me sirvió para poner en práctica todo lo que había entrenado en Chile y poder disfrutar de lo que hacía.

Después de eso, llegás a Nacional. Durante muchos períodos de pases se manejó la posibilidad de tu llegada al club, pero nunca se concretaba. ¿Por qué se dio ahora?

Creo que era el momento y listo. No hay mucho misterio. Realmente, yo no me lo esperaba porque estaban Gustavo (Munúa), que había salido campeón, y Jorge (Bava) también. Lo veía como algo muy lejano. Me parece que el hecho de haber estado jugando en una liga tan competitiva como la argentina me ayudó a llegar a Nacional, pero los por menores de por qué me eligen a mí no los sé. Hay que tener en consideración que también se manejaba la posibilidad de que viniera Sebastián Viera que es un arquero que nació en el club. Durante los otros períodos de pases en los que se hablaba de mi posible llegada, viví la situación con mucha ansiedad porque siempre quise jugar en Nacional. Entonces, en esta ocasión, cambié la mirada y me tomé las cosas con más tranquilidad, con otra energía y por suerte se dio.

¿Qué significa jugar en Nacional?

Significa mucho por mi infancia, por mi familia y mis amigos. Mi llegada a Nacional ha tenido mucha repercusión en mi ciudad, incluso hinchas de Peñarol que me felicitan por estar cumpliendo un sueño.  Al ser un sueño cumplido, mucha gente se alegra por eso porque no es sencillo cumplir los sueños. Desde el momento que se confirmó, hasta el día de hoy, he disfrutado cada situación al máximo. Y así pienso hacerlo hasta el último día que esté acá. Tanto me esforcé para que esto se diera, que no disfrutarlo ahora sería una ironía.

¿Cómo es tener a Munúa de técnico?

Él, junto con su cuerpo técnico, tiene muy claro la idea, y eso es fundamental para trasmitirnos a nosotros. Eso hace todo mucho más sencillo. En lo particular de mi puesto, también es más sencillo porque él me dice lo que tenemos que hacer porque tiene conocimiento del puesto.

¿Cómo te recibió el hincha tricolor?

Creo que cuando uno se manifiesta como hincha del club, tiene un punto a favor. Pero después no hay hincha que valga. Si a uno le va mal, el hincha está desconforme y si a uno le va bien, el hincha está contento. Al no haber nacido en el club, al principio te tienen en estudio para ver cómo respondés. En las primeras fechas, se dio la situación de que no tuve muchas atajadas, o no me atacaban o me hacían el gol. Y con eso el hincha no sabía qué era lo que yo podía dar. Después con el correr de los partidos, fui pudiendo demostrar más. Quizás el partido frente al Tanque Sisley fue importante porque pude atajar el penal. En todo momento, tuve la tranquilidad de contar con el apoyo del cuerpo técnico porque con el juego que tiene este Nacional, mi participación pasa más por la circulación de la pelota o cortar la jugada del contrario con anticipaciones afuera del área que con atajadas en sí, que es lo más vistoso del arquero. Pero quizás hoy ya se han acostumbrado a que yo juego más con los pies que con las manos.

¿Puede ser que el hincha del fútbol uruguayo no esté acostumbrado a ver el juego que tiene Nacional?

Es un cambio importante, sobre todo porque el Nacional anterior venía jugando otro juego. Los cambios provocan que se analice más lo que se pretende hacer y la gente se pone nerviosa porque no está acostumbrada a ver ese juego. Pero nosotros tenemos bien en claro cuáles son los movimientos que tenemos que hacer porque si bien nos caracteriza salir jugando desde el fondo, también sabemos cuándo tenemos que jugar en largo. Pero tenemos todo entrenado. Los riesgos se corren, pero el sistema de juego lo pide. Por suerte, nos ha traído buenos resultados porque con este juego desarticulás al rival. Cuando el rival no logra presionarnos en nuestra salida, generamos las situaciones de gol más fácil porque generamos espacios.

            Esteban es un tipo muy tranquilo y muy seguro de lo que dice. Pero esa tranquilidad se debe a una actividad poco habitual en el ambiente del fútbol, que, según él, le ha ayudado para tomarse la vida con más calma: la meditación.

¿Qué hacés en tu tiempo libre?

Me gusta jugar al tenis, pero no lo he podido hacer últimamente porque me estoy mudando y nos estamos adaptando al país nuevamente. También toco la guitarra que aprendí en Rafaela con un profesor. Y practico meditación que es una actividad poco conocida en el ambiente del fútbol. Guillermo Marino, compañero de la Universidad de Chile, practicaba meditación y a mí me llamó la atención su forma de ser; admiraba su tranquilidad y su paz. Le empecé a preguntar cómo hacía para tener esa personalidad y me contó que hacía meditación. Empecé a investigar y a practicar. En Rafaela tuve de compañero a Ariel “Chino” Garcé que también la practica y su hermano me enseñó una que es la que hago hasta ahora. A mi me genera muchas cosas buenas. Hay gente que adopta religiones o se aferra a otras cosas, a mí la meditación me provoca una calma y una paz que me hace ver con otros ojos las cosas.

¿Por qué te dicen Coco?

Ese sobrenombre me lo pusieron en Rentistas. El primer entrenador que tuve en Primera, Javier Baldriz, escuchó que mi compañero Tomás Parodi me dijo “Coco” una vez por el jugador argentino Coco San Esteban, simplemente porque el apellido de él es mi nombre. Entonces a Baldriz le gustó para decirme Coco y ahí quedó.

¿Te dicen Care Chimba también?

(Se ríe). En la etapa en la U, viajábamos mucho y nos divertíamos con cualquier cosa. Matías Rodríguez (NdeR: argentino que jugó en el tricolor en 2008 y 2009) hacía una cara imitando a Pelusso para festejar los goles. Otro compañero, a esa cara la llamó Care Chimba y no sé quién, lo asoció conmigo. Me empezaron a decir así. Si no tengo mal entendido es un insulto colombiano porque he visto alguna serie colombiana y utilizan esa expresión.

¿Cómo se compone tu familia?

Mi familia somos mi esposa, yo y dos gatitos (se ríe). Porque no tenemos hijos todavía. También tenemos las familias de los dos: mi papá, mi mamá, mis abuelos paternos, mis cinco hermanos, mis suegros, mi cuñado y mis sobrinos.

Dijiste que todavía no tienen hijos, ¿piensan tener?

Sí, sí. Estamos en eso. Nos tomamos la situación muy tranquilos porque no nos caracteriza la desesperación y el apuro, pero pretendemos tener hijos.

¿Cómo se conocieron?

Mi esposa es la madrina de mi sobrino, hijo de mi hermano mayor. Y bueno, en esas visitas de Paysandú a Young para verlo, la conocí. Apareció un día y nos flechamos. Desde el 2003 estamos juntos y casados desde el 2006.

Así que te ha acompañado en toda tu carrera.

Sí, es así. Las difíciles del comienzo, las del medio y las de ahora; las ha vivido conmigo. Y obviamente que las buenas también las hemos disfrutado juntos.

¿Tenés algo pendiente en tu carrera?

Durante mi etapa en Danubio, tuve la oportunidad de estar en la selección, pero no la supe aprovechar. Dejé pasar el tren. A veces, el tren vuelve a pasar, eso no se sabe. Mi único pendiente sería jugar en la selección. Si no se da es porque no tenía que ser y listo. Como no aproveché ni disfruté la oportunidad, me gustaría tener una revancha.

¿Cómo te ves en el futuro?

Realmente trato de no mirar tanto para adelante. A diario se viven situaciones que nunca sabe qué va a pasar. Yo estoy muy tranquilo disfrutando de la vida. Sinceramente no miro para adelante, me concentro en el ahora, en cada situación. Trato de disfrutar, no solamente en los momentos lindos, porque quizás uno disfruta y aprende más en las situaciones difíciles. Lo que te hace estar más tranquilo con uno mismo es vivir el momento, sin mirar en el futuro, ni sopesar las cosas que te pasaron en el pasado.

Más a corto plazo, ¿te ves campeón con Nacional?

Si, sin duda que me visualizo campeón. Es una institución en la que uno puede aspirar a ser campeón siempre y vamos por el buen camino.

¿Y levantando qué copa?

Uh. Por lo pronto, lograr la del Torneo Apertura que es lo que estamos compitiendo ahora. Pero mi sueño es la Libertadores. Sé que hace mucho tiempo que no se da y que no es nada sencillo porque a la vista está que te equivocás una vez y quedás afuera, como nos pasó en la Sudamericana. Pero, si se suman los sueños de todos, quién te dice y se nos da.   

            Esteban está cumpliendo un sueño. Quién dice que no pueda conseguir ese otro, y de paso, nos cumple un sueño a todos.

Mateo Romano

decano.com





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